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Yahaya, el Iniesta nigeriano

2208833_FULL-LND“Lo llamamos Iniesta”, reveló a FIFA.com el delantero nigeriano Taiwo Awoniyi, con una sonrisa de oreja a oreja, refiriéndose a su compañero, el creador de juego Musa Yahaya. “Cuando él tiene la pelota en el centro y levanta la cabeza, echa a correr porque va a pasártela”.

Yahaya es callado e introvertido. Hay que persuadirle para que nos conceda esta entrevista. Es vergonzoso, como muchos chavales de 15 años, y se esconde tras una sonrisa tímida cuando habla de sus experiencias y expresa sus opiniones sobre el fútbol. Este carácter taciturno, lleno de modestia y humildad, son cualidades que suelen asociarse al español Andrés Iniesta, el hombre con el que comparan a Yahaya sus compañeros de equipo. Pero, sobre todo, Yahaya se parece a Iniesta en su facilidad para quebrar defensas en una milésima de segundo con sus internadas; en que también puede marcar goles desde lejos, o enviar un balón letal entre líneas; y en su capacidad para regatear a los rivales como si no estuvieran allí.

“Los compañeros empezaron a llamarme Iniesta hace unos años”, comenta Yahaya, nacido en Kaduna, una ciudad del norte de Nigeria, en una entrevista mantenida mediante una serie de intercambios de correos electrónicos, el medio en el que el dorsal número 11 de Nigeria se siente más cómodo. “Pronto, todo el mundo me llamaba así”.

Hay peores jugadores a los que pueden compararle a uno. Iniesta figura entre los cinco mejores del mundo en la lista de cualquier aficionado. Anotó el gol del triunfo de España en la final del Mundial de 2010, en Johannesburgo, ha ganado seis títulos de liga y tres Ligas de Campeones con el Barcelona y es una figura venerada en el fútbol. Pocos saben, ni siquiera Yahaya, que Iniesta empezó a defender la camiseta de España en los Emiratos Árabes Unidos, donde ayudó a la Roja a llegar a la gran final de la Copa Mundial Sub-20 de la FIFA en 2003. Lucía una mata de pelo negro y marcó dos goles.

Cuando lo entrevistamos entonces, Iniesta parecía encontrarse como Yahaya se encuentra ahora: sobrecogido. “El hecho de pensar que pueda haber niños con mi foto en su habitación, o que me reconozcan por la calle, me produce una sensación inexplicable”, confesó el jovencísimo Iniesta a FIFA.com hace una década en Abu Dhabi.

“Me gusta Iniesta porque es muy hábil, y rezo por parecerme a él algún día”, explica Yahaya, autor de cuatro goles hasta el momento en esta fase final sub-17 para una selección nigeriana repleta de talento y entusiasmo.

Creador y artillero
Yahaya es un jugador duro de pelar, por describirlo llanamente. Transita entre la posición de mediapunta tradicional y segundo delantero. Sus pases y centros han sido decisivos en la trayectoria de Nigeria hasta cuartos de final, pero también sus goles. “Me gusta marcar”, afirma, un sentimiento predecible en un futbolista con tanta versatilidad en las posiciones de ataque, que juega en un equipo de tanta mentalidad ofensiva. “Pero me encanta el puesto de mediapunta, por detrás de los delanteros. Me gusta mucho conducir el balón con los pies, levantar la cabeza y pasar a mis compañeros”.

La suya es una posición híbrida. Yahaya posee en su repertorio un movimiento especial que deja al rival totalmente vendido. “Es un don del cielo”, asegura sobre su especial característica, una caída de hombros hacia un lado justo antes de lanzarse, en una fracción de segundo, con el balón hacia el lado contrario. Es una finta sencilla, aunque su naturalidad no produce ningún consuelo al pobre defensor que se queda clavado como una palmera en el desierto emiratí. “Me sale natural, ni siquiera me planteo hacerlo”.

Yahaya maravilló en dos ocasiones al público con su divino amago durante el partido de octavos de final, contra Irán en Al Ain. A mediados de la primera parte, Yahaya dejó sentado al capitán de Irán, Majid Hosseini, se internó por la izquierda y envió un centro cruzado a Samuel Okon, que éste remató a gol. En la segunda parte, volvió a fintar de igual manera a su marca, en esta ocasión hacia la derecha, y acertó su disparo desde lejos por el segundo palo.

Yahaya, tímido y titubeante fuera del terreno de juego, se convierte sobre él en una figura autoritaria y enérgica. Como Iniesta, sueña con la gloria en el fútbol. “Quiero hacerme famoso por jugar al fútbol”, manifiesta el joven. Una ambición que no se nutre precisamente del egoísmo ni de la vanidad. “Me criaron de una manera determinado, en un mundo determinado”, concluye, evitando pronunciar palabras como “pobreza” o “penurias”. “Quiero que mi fútbol me ayude a mejorar la situación de mi familia”.

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