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La Real está contra las cuerdas

1380736558_934028_1380747272_noticia_grandeDos goles en el tiempo añadido, uno en cada tiempo, dieron al traste con las opciones de la Real en Leverkusen, pese al buen partido y a las ocasiones de las que gozó el conjunto de Arrasate. Europa es esto, la Champions es esto, como ya ocurrió en el encuentro inaugural frente al Shakhtar, y esta vez se repitió en tierras germanas. Y eso que la Real quiso ser protagonista dentro de lo que pudo, pero el contexto y el rival no le permitieron muchas florituras. En realidad el conjunto alemán estaba abierto a un intercambio de golpes, pues sabía que tarde o temprano saldría vencedor. Viejo zorro. No porque propusiera más fútbol que la Real, sino porque llegado un momento de la cima europea son necesarias otras cosas, otros posos, que el cuadro txuri-urdin no posee.

Saber cuándo hacer una falta. Comprender que es mejor un córner que un despeje. Nada es casualidad. Lo que más temían los de Arrasate era el fuerte arranque inicial, pero de eso fue de lo poco que salieron airososos. Cualquier acercamiento local, sobre todos los más peligrosos de Son y Reinartz, fueron bien resueltos por Bravo, que confiaba en que esa seguridad se trasladara al ataque. Pero no. Los acercamientos realistas, sobre todo un tiro lejano de Elustondo y un par de pases en profundidad desde la segunda línea, fueron bien abortados por Leno y por el árbitro ruso Karasev, que anuló un tanto a Griezmann en posición correcta que hubiera supuesto el 0-1. Y como para los inoncentes no hay compasión, en la última jugada del primer tiempo, ya en el tiempo de añadido y a balón parado, como más duele, Rolfes colocó el marcador que más daño podía hacer a la Real, castigada por ese embrujo que persigue a quien pasa por Europa de manera pasajera y no permanente.

Pese a ello, hubo reacción a base de fútbol y del empuje que le dieron los 2.500 aficionados desplazados hasta el Bay Arena. Poco después del descanso, como demandaba la ocasión, empató Vela, que se inventó un penalti que él mismo transformó después del rechace del portero. La Real competía por fin de verdad en Europa y le miraba a los ojos a un cuadro habitual en la Champions como el alemán. Zurutuza, omnipresente, creció desde entonces, hasta el punto de regalarles el 1-2 a Vela y Agirretxe. El mal remate de uno y el mal control del otro dejaron en nada sendos acercamientos y apretaron tanto el final de partido que cualquier detalle amenazaba con dinamitarlo.

Como si supiera de qué iba la cosa, Hyypia movió el banquillo y dio entrada a Hegelar. Quedaba tiempo y no había muchos motivos para pensar en que el panorama cambiaría. La Real mordía si tenía la ocasión, el Bayer recordaba de qué se trataba esta competición cada vez que pasaba el centro del campo. Bravo salió triunfal, al igual que Carlos Martínez, cuando el partido agonizaba, pero un trágico final, otro más en el tiempo de descuento como en la primera parte, esperaba al conjunto txuri-urdin. Hegelar, tenía que salir él, sacó una falta dudosa de Markel cuando no había tiempo para más, cuando la Champions otorga sus galones, y la colocó en la escuadra de Bravo para desesperación del portero chileno y de la afición donostiarra, que vio cómo la máxima competición continental le maltrataba de manera injusta cuando ni mucho menos lo merecía. Así es la Champions. Injusta. Impasible. Innegociable.

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