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Ibaka llama a la rebelión

1401081886_147821_1401081965_noticia_grandeCuando quedaban menos de 140 segundos para el final del partido, y con 104-84 en el marcador, Serge Ibaka se fue al banquillo señalando al cielo e impregnándose de la electricidad retumbante que atrevasaba de punta a punta el Chesapeake Energy Anera. El público en pie, sus compañeros de banquillo en pie, mucho ruido y ojos como platos entre la mayoría de analistas y aficionados. Ibaka ni siquiera debería haber jugado. No digamos hacerlo casi media hora y firmar 15 puntos con un 6/7 en tiros, 7 rebotes y 4 tapones. Exactamente diez días después de que se le diagnosticara una peliaguda lesión de gemelo que le iba a dejar fuera de los playoffs y quién sabe, se dijo, del Mundial. Y exactamente cuatro días después de aquel criminal 112-77 para los Spurs que ahora parece un poco más lejos. Los Thunder ganaron y colocan un 2-1 que desde luego les mantiene vivos, muy cerca y muy lejos de los Spurs a las puertas del muy decisivo cuarto partido. Sólo entonces, en apenas 48 horas, sabremos cuánta serie tenemos por delante y cómo de lejos podrá llegar el conato derevolución thunder.

Esto es lo que le pides a un compañero, que dé todo lo que tiene por el equipo. Aunque hubiéramos perdido tendría hoy el mismo respeto por él y por lo que ha hecho. Se ha jugado la salud por nosotros, se ha puesto en primera línea de fuego para ayudarnos”. Habla Kevin Durant y habla de Ibaka, desde hoy un jugador distinto en el planeta NBA. La forma en la que los Spurs maximizaron su ausencia en los dos primeros partidos disparó la validación de lo que aporta el español de origen congoleño. Su regreso, contra la lógica y por encima de los médicos, capitalizó el debate sobre las opciones de su equipo en las últimas 72 horas. Y la forma en la que volvió a la pista le ha otorgado una nueva dimensión, una narrativa de la que hasta ahora carecía como jugador. A partir de aquí los Thunder, pase lo que pase en el resto de la eliminatoria, son un poco más big three. Y la cotización de Ibaka se ha redibujado en la psique de la liga, que muchas veces paga a temporada vencida: veremos próximos All Star o el siguiente premio al Defensor del Año.

Ibaka aportó iluminación, fe e inspiración, después de dejar ese más rancio que épico “no creo en los médicos, creo en Dios”. Pero aportó sobre todo baloncesto. Con él los Thunder volvieron a estar completos, otra vez el equipo que martirizó (4-0) a los Spurs en Regular Season. Punto por punto, hizo todo lo que habría hecho un Ibaka sano: anotó 8 puntos sin fallo en el primer cuarto para dar trabajo extra a la defensa de unos Spurs que, con él en pista, tuvieron que pensar demasiado en ataque. Del promedio de 60 puntos en la zona en los dos primeros partidos, a 40 en el tercero. Los porcentajes tejanos en la pintura rival, de 67 a 48%. Tony Parker pasó de sacar 7 tiros de media a base de penetraciones a quedarse en uno. Y la zona media de lanzamiento de los de Popovich retrocedió de poco más de dos metros hasta casi cinco: mucho menos confort. Así que sí: la vuelta de Ibaka trajo a la serie mística y un toque de guión hollywoodiense. Pero, por encima de todo, trajo baloncesto. Pero: Ibaka pareció más limitado en un segundo tiempo en el que afloraron la cojera y los gestos de dolor. Y el siguiente partido es mañana martes: ya. Y el siguiente será el jueves, y el siguiente sería… es difícil medir ahora mismo los cómo, cuánto y hasta dónde de Ibaka en esta eliminatoria. Pero ha vuelto y con él, los Thunder. El primer milagro que necesitaba su equipo dependía de él y ha cumplido con creces. Y con una inolvidable cuota de emoción.

El segundo milagro pasaba por Scott Brooks, un entrenador como mínimo lento a la hora de ajustar. Pero lo hizo: Collison y Sefolosha pasaron de titulares a no jugar y Perkins (gracias en parte a tres personales rápidas) no fue más allá de los 13 minutos. Remozados, los Thunder se han puesto en manos de un quinteto tipo Westbrook/Jackson/Durant/Ibaka/Adams. Con Butler, Fisher y Lamb dando los relevos más largos. Los cambios devolvieron esencia a los Thunder (cambiar todo para que nada cambie…) y obligaron a los Spurs a trabajar en defensa sobre muchos más peligros. Entre Ibaka, Jackson y Adams sumaron 37 puntos… y 20 rebotes: por primera vez en 13 años, los Spurs concedieron más de 50 rebotes (52-36) en un partido de playoffs. El pegamento de la pareja Ibaka-Adams propició 10 tapones de su equipo, que había puesto 6 entre los dos primeros partidos. Y llevó a un 35% a cualquier spur que no fuera un Ginóbili iluminado hasta el descanso (20 de sus 23 puntos, 5 de sus 6 triples).

Durant y Westbrook superaron en anotación a Parker, Duncan y Ginóbili (51-48) y se las apañaron para ser importantes después de un calamitoso inicio a ritmo de pérdidas del alero y fallos del base. El primero acabó con 25 puntos y 10 rebotes y el segundo con 26, 8 y 7 asistencias. Firmaron porcentajes discretos pero estuvieron, al frente después del descanso y en el despegue definitivo de unos Thunder que, con todo lo que habían hecho bien, marchaban a remolque tras el primer cuarto (28-29) y comprimidos cerca del final del tercero (75-71). El partido pasó de un primer tiempo apasionante y con los mejores intercambios de toda la serie (cuatro triples entre Ginóbili y Westbrook en los últimos 40 segundos antes del descanso) a un segundo de martillazos y tirones en el que los Spurs se quedaron sin puntería. Y aunque perdieron menos balones y anotaron más gracias a segundas oportunidades, sumaban después de tres cuartos un 6/7 en tiros libres… por el 24/28 de los Thunder, que se pasaron el tercer parcial en la línea y enlazaron 18 seguidos hasta que falló dos Adams.

En 2012, los Thunder remontaron un 2-0 a unos Spurs, eso sí, con menos fondo de armario que estos. Entonces estaban Harden e Ibaka, y al menos el ala-pívot está de vuelta. Los que quieran aferrarse a esa cábala, aquí tienen un dato: en el tercer partido de aquella serie, los Thunder pusieron 9 tapones y los Spurs se quedaron en un 39’5% en tiros de campo. Esta vez y dos años, después, una fotocopia: 10 y 39’6%. Los Spurs cayeron en picado en la segunda parte y en cuanto no les sostuvo Ginóbili. Por el ecuador del último cuarto, y con 99-82, Popovich ya había renunciado y tenía en el banquillo a sus titulares. Su pensamiento es global, claro, y por entonces ya había empezado a jugar el cuarto partido. Siguió nada más terminar: “Hacía mucho tiempo que no defendíamos tan mal”. Bang. “Nos faltó la actitud de quien juega con el pie sobre el cuello del rival”. Bang, bang. Y un recuerdo a la ausencia segura de Ibaka cuando se le preguntó por algunos problemas físicos de Ginóbili en el último cuarto: “Estará bien… o será baja para todos los playoffs”. Bang, bang, bang.

Parker, oprimido por Westbrook y las ayudas de Ibaka, tuvo un día pésimo (4/13 en tiros, 4 asistencias por 4 pérdidas). Duncan necesitó 17 tiros para meter 16 puntos. A Green se le extravió la puntería según avanzó el partido y los ajustes de los Thunder obligaron a Splitter a pasarse casi todo el partido en el banquillo. Muchas pequeñas claves explican el paso en cuatro días de aquel 112-77 a este 106-97. La única certeza es que hay serie y que por ahora, y todavía, los Spurs tienen la mano ganada en la partida. Y no son un equipo ni inexperto ni con propensión al pánico. Dice un tópico de los playoffs que no hay que reaccionar con desmesura entre partido y partido: ni los Thunder estaban completamente muertos tras el segundo ni han vuelto definitivamente a la vida. Dice otro que una serie no empieza de verdad hasta que un equipo gana fuera de casa. Ambas máximas pasan la prueba del algodón en el cuarto partido, ya mañana. Si ganan los Spurs, la rebelión estará sofocada. Si ganan los Thunder, el paisaje se abrirá de par en par. Y al fondo, Ibaka. Su gemelo izquierdo y una leyenda que quizá acaba de empezar a escribirse.

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