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Froome ya tiene medio Tour de France

1373787118_199989_1373843479_noticia_grandeHasta ayer, el único ciclista que había ganado en el Mont Ventoux como líder del Tour había sido Eddy Merckx, el más grande. Ocurrió en 1970 y al cruzar la meta, el Caníbal, agotado, sufrió un desvanecimiento. Aquella tarde, Merckx cimentó su liderato (9:26 sobre Zoetemelk) y se vistió además con el maillot de rey de la Montaña. Froome no es Merckx, ni osaré compararlos. Sin embargo, si nos centramos en la subida al Gigante de la Provenza, la principal diferencia entre ambos es que Froome no sufrió desfallecimiento alguno. Al contrario, el líder tuvo fuerzas para dar un vigoroso beso a su novia, la resuelta señorita Michelle Cound. Sólo le faltó poner flores a Simpson.

Pretendo señalar lo inaudito de cuanto está haciendo Chris Froome en el Tour y en el global de la presente temporada. Por no aburrirles con sus conquistas estacionales, me limitaré a recordar que el británico lanzó su primer ataque en la segunda etapa de la carrera, camino de Ajaccio. Desde entonces se ha exhibido en cada una de las jornadas claves, incluida la contrarreloj, cuyo triunfo se le escapó por 12 segundos.

Se preguntarán a dónde quiero llegar a parar. Les anticipo que a ningún lugar oscuro. No considero a Froome ni al Sky sospechosos, salvo de maximizar la influencia de la ciencia en el ciclismo. En ese aspecto, ni temo ni quiero temer (las astas del cornudo duelen menos que las sospechas del celoso, dicen).

Mi única duda se centra en el Froome competidor, un ciclista impulsivo como gregario y como líder; tan exuberante como irreflexivo. Me cuesta creer que su actual exhibición pueda prolongarse durante una semana más, básicamente porque jamás le hemos visto cosa parecida, y porque de lograrlo, quien hasta la Vuelta de hace dos años era un ciclista desconocido, se igualaría en rendimiento a los grandísimos campeones de la historia.

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