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España no tuvo piedad de Tahití

1371755910_172367_1371758411_album_grandeNunca una goleada estaba tan escrita (10-0). En Maracaná, escenario grandioso, Tahití, un rival muy pequeño, se llevó un saco repleto de goles. España no abusó, pero los tantos llegaron como consecuencia natural de la situación. No hizo falta forzar la máquina ni jugar con el cuchillo entre los dientes. La Roja jugó al fútbol sin prisa y los tantos fueron llegando como pasan los días.

Tahití disputó el partido más importante de su vida y lo disfrutó. No acompañó a su portero, Roche. Adelantó la línea porque quería pasárselo bien. Dejó las puertas abiertas y no le importó que entrasen los españoles, que tuvieron muy fácil vencer al pobre Roche. Ese chico es un valiente y también un héroe. Fue ovacionado por Maracaná tanto o más que España, a la que abuchearon por el ser el rival más fuerte. Lo que siempre ha pasado con Brasil.

Del once de España sólo repitió Ramos. Tahití regaló collares a los nuestros antes del comienzo y regaló la pelota a España al sacar. Vahirua la mandó fuera del campo. El balón sólo tenía un destino. La Roja tuvo el detalle con los tahitianos de jugar a un ritmo muy bajo. Sin tensión se fallaron muchos pases.

España, de todos modos, marcó muy pronto. Torres conectó con su amigo Mata y Roche dejó entrar al delantero. Fernando disparó mal y el portero se la tragó. Dejó su palo al descubierto y por allí entró el primero. Eso ocurrió a los 5 minutos. Se anunciaba una tormenta, pero España no volvería a comer algo de la lata hasta la media hora.

Con el 1-0 en el marcador Tahití se vino arriba, pero poco pudo hacer. España tuvo momentos de agobio, no por su rival, sino por la historia que estaba escrita. Hasta que Torres marcó el segundo y Villa el cuarto, los dos puntas habían puesto malas caras que no se ven en los entrenamientos. Esto siempre va en serio y uno se está jugando el puesto. El segundo lo hizo Silva, que fue el que cerró la cuenta y le puso el 10.

El grifo estaba abierto
Los frutos del árbol siguieron cayendo en la segunda mitad. Del Bosque utilizó la segunda mitad para experimentar. Navas entró por Ramos y España defendió con tres con Javi Martínez como escudero entre centrales y medios.

Villa y Torres se repartieron goles en el segundo acto. Uno más, cuatro, metió El Niño, que falló un penalti poco antes de firmar el noveno en el marcador, que se queda sin digítos. El 7 se conformó con tres, otros más para seguir aumentando sus excepcionales números como el goleador de siempre de España.

Tahíti sí lo pasó mal en la segunda mitad, no Roche, que celebró cada intervención y el penalti que desperdició Torres. Sin gasolina, no tuvo ni fuerzas para intentar evitar lo que ya se sabía, anunciado casi por megafonía. España metió diez, pero pudo hacer mucha más sangre. Tampoco pensó en marcar cuantos más mejor. En su cabeza está regresar a Maracaná para jugar la final. Ese día sí que los goles valdrán por diez.

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