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España hacer historia en el Maracaná

Brasil vs EspanaTanto se ha hecho esperar este día que llegará a la medianoche. A esa hora, España buscará el único título que le falta, y no hablamos de la Copa Confederaciones, trofeo que la FIFA se entrega a sí misma, sino de vencer a Brasil en Maracaná. Esa conquista le daría a nuestra colección de metales preciosos lo único que le falta: un símbolo. Ganada la inmortalidad, toca ponerle una referencia espacial al recuerdo. Así lo hizo Hungría cuando en 1953 venció a Inglaterra en Wembley (3-6), en otro encuentro simbólico, pero más celebrado y rememorado que cualquier final mundialista. Si aquel fue el partido del siglo XX, el de esta noche bien podría ser el partido del cambio de siglo. Sesenta años después de que Hungría destronase al inventor del fútbol, España podría desbancar a la selección que le dio brillo al juego. Y estas revoluciones, comprenderán, sólo se pueden hacer en campo ajeno.

Ahí radica la importancia de Maracaná. Para un equipo tan fabuloso como España las referencias del Ernst Happel de Viena, del Soccer City de Johannesburgo o del Olímpico de Kiev se quedan cortas de glamour y leyenda. Nos valorarán por eso, pero si hoy vencemos, nos recordarán por esto, por el segundo Maracanazo que vieron los tiempos.

De momento ya se puede considerar como una hazaña que el medio de comunicación más significado de Brasil nos dé como favoritos. Los lectores de O’Globo conceden a la Selección española un 54% de posibilidades de ganar a su equipo. Entre ese porcentaje y el que ofrecen los internautas de AS.COM (72% para España) se podría ubicar la ventaja teórica de juego de la actual campeona del mundo.

Sin embargo, nuestra magia sudamericana será puesta a prueba por la radical europeización de Brasil. Es cierto que les ganamos en técnica y concepto colectivo, pero nos superan en físico. Jaleados por un estadio cuajado de entusiasmo y miedo serán más fuertes.

Obdulio. En previsión de que marquen primero alguien debería contarle a Sergio Ramos lo que hizo el capitán uruguayo Obdulio Varela en el primer Maracanazo: para empezar, advirtió a su equipo que los de afuera (entonces 200.000) “son de palo”. Después, en plena euforia brasileña por el gol de Friaça, agarró el balón, se lo puso bajo un brazo y comenzó a reclamar al línea. Aquello provocó en Brasil tanta afonía como desconcierto. El resto es conocido. El trauma, también.

Metidos en la pizarra, Del Bosque apunta a un once con Cesc y Torres. Iniesta se escoraría a la izquierda y Fábregas aportaría la verticalidad que nos falta. Scolari no presentará cambios: diez operarios más Neymar.

Aunque se nos debe un gol desde el último partido oficial (el de Míchel en México 86), España ya ha agotado sus vidas en el torneo. Por eso quizá debamos recurrir al último comodín: la inmortalidad.

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