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El orgullo de un Irak herido

El trayecto de Irak hacia la Copa Confederaciones de 2009 fue mucho más que deporte. “Queríamos demostrar que éramos una nación de fútbol y no sólo de guerra”, declaró el mediapunta Nashat Akram, resumiendo el sentimiento que imperaba en el combinado iraquí en vísperas del torneo.

“El reto de entrenar siempre es el mismo, en cualquier sitio: hacer que el equipo esté listo, preparado y con confianza”, explica Bora Milutinovic, el técnico al que se encomendó traducir el orgullo y la pasión de Irak en resultados en Sudáfrica 2009. El país llevaba años asolado por la guerra y los conflictos, y su federación de fútbol acababa de ser suspendida por interferencias gubernamentales.

Sin embargo, “Bora”, ‘el hacedor de milagros’, ha entrenado por todas partes, y es un hombre de retos, así que no tuvo problemas en asumir este nuevo desafío. “He pasado por todo el mundo, y puedo decir una cosa: las situaciones cambian de un sitio a otro, pero el fútbol es el mismo. La mirada es la misma y el fútbol es el fútbol”.

Treinta días en Doha
Milutinovic, un excéntrico se mire por donde se mire, es una figura admirada como trotamundos del fútbol que nunca pierde la sonrisa. Es el único entrenador que ha dirigido a cinco selecciones diferentes en un Mundial: las de México, Costa Rica, Estados Unidos, Nigeria y la RP China.

Y, excepto al debutante conjunto chino en 2002, consiguió situar a las restantes en la segunda fase.
Eso es lo que esperaban los hinchas reunidos en torno a las pantallas gigantes que se habían instalado por todo Bagdad en junio de 2009, a pesar de las muchas dificultades que entrañaba llevar al escenario futbolístico internacional a un país castigado por la guerra.

“Disponía de 30 días para preparar al equipo”, explica Milutinovic, que ahora tiene 72 años, refiriéndose a la concentración que realizó con sus nuevos pupilos en Doha (Qatar). Irak llevaba años sin jugar un partido como local en su país, por cuestiones de seguridad, y se esperaba que pasase apuros en un grupo en el que también figuraban España, Sudáfrica, selección anfitriona, y Nueva Zelanda, campeona de Oceanía.

“Durante todo el tiempo que estuvimos en Doha les pedí a los jugadores que se entregasen al máximo por su país. Quería que demostrasen el orgullo que sentían por su tierra y el amor de su pueblo. Tuve que infundirles confianza y conseguir que estuviesen preparados en un breve espacio de tiempo”.

Los equipos de Milutinovic, históricamente, se basan más en la fe que en complejas tácticas. Ubicar a muchos jugadores por detrás del balón, mantener un bloque compacto y saber cuándo lanzarse al contragolpe son factores importantes.

Pero más importante todavía es el convencimiento de poder ganar, ante cualquier rival. “En eso consistieron esas semanas en Doha. En hacer que fuésemos un equipo. Esas semanas fueron un tiempo muy feliz. Nos esforzamos mucho, pero fue un momento muy humano”.

Una victoria en la derrota
El público de Sudáfrica se volcó de todo corazón con Irak, incluso después de que el cuadro del golfo Pérsico empatase a cero ante sus amados Bafana Bafana en el encuentro inaugural.

A ese resultado le siguió una ajustada derrota por 1-0 a manos de España, que hizo que Milutinovic casi no pudiese contener las lágrimas cuando sonó el pitido final. Y no eran lágrimas de tristeza ni de aflicción, sino de orgullo y alegría.

“Esa derrota contra España fue uno de los momentos de mayor orgullo de mi carrera como entrenador”, dice el estratega, cuya trayectoria como técnico abarca 4 décadas.

“Después del partido tenía una sonrisa de oreja a oreja. Los periodistas se me acercaron y me preguntaron, ‘Bora, ¿cómo puedes sonreír después de perder el partido?’. Para mí fue algo especial, porque la selección española era el mejor equipo del mundo. Y así lo dije: ‘España marcó un gol y nosotros no. Así que España ha ganado, pero nosotros no hemos perdido”.

Los iraquíes necesitaban un triunfo para alcanzar las semifinales en su tercer partido de la liguilla, y registraron un nuevo empate a cero que les obligó a hacer las maletas. Para las estadísticas, fue otra eliminación más en la primera ronda. Sin embargo, para quienes estuvieron allí, y para las personas que lo siguieron desde Irak, fueron días de orgullo.

Es por eso que el romántico Milutinovic recuerda aquellos tres partidos al frente de la sección iraquí como “uno de los grandes honores de mi carrera”.

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