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Cristiano y Morata resucitan al Real Madrid

1380992879_788296_1381003986_noticia_grandeEl Madrid pasó del fracaso al triunfo en un segundo, el último. Cristiano, una vez más, borró todos los defectos y convirtió en prehistoria el minuto anterior, los 90 primeros. Su gol cambió al heroísmo de bando y sus abdominales coparán las portadas de los periódicos y los reportajes de los noticieros. Cómo decir ahora que su equipo no tuvo músculo, ni garra, ni pundonor. Cómo explicar que detrás de Cristiano sólo está su sombra.

Un momento. No estamos siendo justos. Contra el Levante, detrás de Cristiano, estuvo el joven Morata, autor del gol del empate en el minuto 89, un tanto tan valioso como el que significó la victoria. Un gol, por cierto, que excluye definitivamente la casualidad, porque al oportunismo necesario se sumó el talento, la colocación, el control y el remate. Ya es hora de decirlo: Morata no sólo es aire fresco, ni un flequillo simpático, ni ‘moralesmanía’. Morata es, sobre todas las cosas, un buen delantero. Benzema, sustituido por Jesé en el 79’, fue el único madridista al que no pudo rescatar Cristiano.

Cuando asimile la felicidad y la fortuna de entrenar al Madrid, Ancelotti debería aprender la lección de un triunfo que quedará íntimamente ligado a los jóvenes, actores principales de la reacción. Frente al Levante, después de amagar con su titularidad, el italiano volvió a dejar a Morata en el banquillo. Al final, cuando la cosa se puso fea, le dio entrada y el chico le salvó de dos semanas de indigestión. Debería agradecérselo y sólo hay un modo de hacerlo: la titularidad. Lo que vale con Iker también debería servir para el resto.

Para el Levante, sentidas condolencias. No es posible imaginar mayor crueldad que su derrota, ni partido más perfecto que aquel que disputó durante 89 minutos, consciente de su inferioridad. No se me ocurre consuelo después de tanto esfuerzo, salvo recordar que el fútbol paga sus deudas, y algún mes de algún año le lloverán triunfos en el último minuto. Sus jugadores deberían ejercitar los abdominales para cuando llegue el momento.

Nada hizo pensar en un final así. En la primera parte el Madrid se consoló con un penalti de Héctor Rodas, que despejó con un brazo un cabezazo de Cristiano; la jugada fue rápida y el ojo del árbitro manifiestamente lento. Es posible que también hubiera mano en otro rechace posterior a tiro de Modric y es probable que el colegiado se equivocara al señalar un fuera de juego que hubiera dejado a Isco y Di María en boca de gol. Pero parecen argumentos muy rácanos para un equipo tan lujoso como el Madrid.

El Levante, además, podrá oponer que Babá fue detenido por el árbitro en un contragolpe con ventaja y con ese intercambio de reproches y futuribles nos podríamos pasar un par de días, especulando sobre las consecuencias de lo que nunca ocurrió. El debate sólo sirve para entretener la ausencia de fútbol.

En el inicio de la segunda parte sucedió algo inesperado. El Levante, que debía dar un paso atrás, lo dio adelante. Así lo anunció Diop, gran centrocampista, con un disparo que Diego López espantó como si fuera un tábano gigante. Apenas diez minutos después, Babá nos condujo de la sorpresa al sorpresón. La contra del Levante la hubiera firmado el Madrid: rapidísima y fulminante. En última instancia, Xumetra asistió con clase (tiene muchísima) y el ariete ghanés (un talento por ajustar) mató al primer toque.

No fue un accidente. El Madrid había perdido el dibujo y el Levante encontraba espacios entre retaguardia y ataque. Su impecable partido sólo registraba un defecto: malas defensas en las jugadas a balón parado. Gracias a eso marcó Sergio Ramos a la salida de un córner.

Con el gol de El Zhar comenzó la locura. Su aproximación a la portería fue tan barroca que durante varios segundos se ganó la baja; luego, la estatua. Un 2-1 a cinco minutos del final no es resultado que peligre salvo cuando el Real Madrid está delante. Eso debió pensar el estadio. Incluso Ancelotti. Sin embargo, con Morata, Jesé y Marcelo el equipo antes abatido cambió por completo y asedió al Levante hasta encerrarlo en su área. El resto de la historia es conocida y termina en el pecho de Cristiano y en todos esos músculos que él luce, pero casi nadie tiene.

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